Noam Chomsky
Our Generation, primavera/verano, 1986
Cuando los dos aparatos de propaganda mas grandes del mundo coinciden en una doctrina, requiere de cierto esfuerzo intelectual para escapar de sus grilletes. Una de esas doctrinas es la que considera que la sociedad creada por Lenin y Trotsky y moldeada luego por Stalin y sus sucesores tiene relación con el socialismo de alguna forma significativa o históricamente precisa del concepto. De hecho, si hay alguna relación, esta es de contradicción.
La razón de que ambos sistemas de propaganda insistan en esta fantasía está bastante clara. Desde sus orígenes, el Estado Soviético ha tratado de usar la energía de su población y de gente oprimida de otros lugares para servir a los hombres que se aprovecharon del fermento popular en la Rusia de 1917 para tomar el poder del Estado. Una de las grandes armas ideológicas usadas para este fin ha sido la idea de que los gestores del Estado conducen a su propia sociedad y al mundo hacia el ideal socialista; una imposibilidad que cualquier socialista -cualquier marxista serio- tuvo que haber entendido a la primera (muchos lo hicieron), y una mentira de proporciones monumentales como ha demostrado la historia desde los primeros días del régimen bolchevique. Sus supervisores han tratado de ganar legitimidad y apoyo explotando el aura de los ideales socialistas y el respeto del que son merecedores para esconder su propia práctica ritual de destrucción de todo vestigio de socialismo.
Siendo el segundo mayor sistema de propaganda del mundo, la asociación del socialismo con la Unión Soviética y sus clientes sirve como poderoso arma ideológica para forzar la conformidad y obediencia a las instituciones capitalistas de Estado, para asegurarse de que la necesidad de alquilarse a los dueños y gestores de estas instituciones sea considerado casi como una ley natural, la única alternativa al calabozo 'socialista'.
Los líderes soviéticos se retratan así como socialistas para proteger su derecho a blandir la porra, y los ideólogos occidentales adoptan la misma pretensión para prevenir la amenaza de una sociedad mas libre y justa. Este ataque conjunto al socialismo ha resultado muy eficaz en tiempos modernos.
Uno puede darse cuenta de otro mecanismo usado con eficacia por los ideólogos capitalistas de Estado al servicio del poder y el privilegio existente. La denuncia ritual de los llamados Estados 'socialistas' está repleta de distorsiones y a menudo auténticas mentiras. Nada es tan sencillo como denunciar al enemigo oficial y atribuirle cualquier crimen: no hay necesidad de sufrir la carga de la evidencia o la lógica mientras formas parte del desfile. Los críticos de la violencia y las atrocidades de occidente a menudo tratan de aclarar las cosas, reconociendo las atrocidades criminales y la represión que existe mientras exponen los cuentos que se fabrican al servicio de la violencia occidental. Con predecible regularidad estos pasos son inmediatamente interpretados como defensa del imperio del mal y sus compinches. Asi el crucial Derecho a Mentir al Servicio del Estado se conserva, y se debilita la crítica de la violencia de Estado y sus atrocidades.
También merece la pena mencionar el gran atractivo que tiene la doctrina leninista entre la moderna intelligentsia en periodos de conflicto y turbulencia. Esta doctrina ofrece a los 'intelectuales radicales' el derecho a retener el poder del Estado e imponer la dura ley de la 'Burocracia Roja' o la 'nueva clase', en los términos del profético análisis de Bakunin hace un siglo. Como en el Estado bonapartista denunciado por Marx, se convierten en 'sacerdotes del Estado' y 'excrecencia parasítica sobre la socidad civil' a la cual gobierna con mano de hierro.
En periodos de escaso cuestionamiento de las instituciones capitalistas de Estado, los mismos compromisos fundamentales conducen a la 'nueva clase' a servir como gestores e ideólogos de Estado, "golpeando a la gente con el palo de la gente" en palabras de Bakunin. Sorprende poco que a los intelectuales les resulte tan fácil la transición del 'comunismo revolucionario' a la 'celebración de occidente', reproduciendo un guión que ha evolucionado de tragedia a farsa en la pasada mitad del siglo. En esencia, todo lo que ha cambiado ha sido el análisis de dónde reside el poder. El dictum de Lenin "el socialismo no es mas que el monopolio capitalista del estado puesto al servicio del pueblo", el cual por supuesto debe confiar en la benevolencia de sus líderes, expresa la perversión del 'socialismo' al servicio de los intereses de los sacerdotes del Estado, y nos permite comprender la rápida transición entre posiciones que superficialmente parecen diametralmente opuestas pero que de hecho estan bastante cercanas.
La terminología del discurso político y social es vaga e imprecisa y esta continuamente viciada por las contribuciones de ideólogos de una u otra estirpe. Aun así, estos términos tienen al menos algún residuo de significado. Desde sus orígenes, el socialismo ha significado la liberación de la gente trabajadora de la explotación. Como observó el teórico marxista Anton Pannekoek, "este objetivo no se alcanza y no puede ser alcanzado por una nueva clase dirigente y gobernante que sustituya a la burguesía," sólo puede ser "alcanzada por los trabajadores tomando el control de la producción." El control de la producción por los productores es la esencia del socialismo, y se han diseñado diversos medios para lograrlo en periodos de lucha revolucionaria con la implacable oposición de las clases dominantes tradicionales e "intelectuales revolucionarios" guiados por los principios comunes del leninismo y el gerencialismo occidental adaptados a las circunstancias cambiantes. Pero el elemento esencial del ideal socialista permanece: convertir los medios de producción en propiedad de productores libremente asociados, la propiedad social de la gente que se ha liberado de la explotación de sus amos, como un paso fundamental hacia una espacio ampliado de libertad humana.
La intelligentsia leninista tiene una agenda diferente. Encajan en la descripción de Marx de los 'conspiradores' que "se adelantan al proceso revolucionario en desarrollo" y lo distorsionan para sus fines de dominación; "De ahí su profundo desdén por la ilustración más teórica de los trabajadores de sus intereses de clase," que incluye el derrocamiento de la Burocracia Roja y la creación de mecanismos de control democrático de la producción y la vida social. Para el leninista, las masas deben ser estrictamente disciplinadas, mientras el socialista luchará para conseguir un orden social en el que la disciplina "será superflua" a medida que los productores libremente asociados "trabajen por su cuenta" (Marx). El socialismo libertario, ademas, no limita sus objetivos al control democrático de los productores sobre la producción, sino que busca abolir toda forma de dominación y jerarquía en todos los aspectos de la vida social y personal, una lucha sin fin, ya que el progreso en la búsqueda de una sociedad mas justa conducirá a una nueva comprensión de formas de opresión que pueden estar escondidas en las prácticas tradicionales y en la consciencia.
La oposición leninista a las características mas esenciales del socialismo se hizo evidente desde el principio. En la Rusia revolucionaria, los Soviets y comités de las fábricas surgieron como instrumentos de lucha y liberación, con muchos fallos, pero con un rico potencial. Lenin y Trotski, al asumir el poder, se dedicaron a destruir el poder liberador de estos instrumentos, estableciendo el mando del Partido, en la práctica su Comité Central y sus Líderes Máximos - tal y como Trotsky predijo años atrás. No sólo las masas sino también el Partido debe estar sometido al "control vigilante desde arriba", eso mantenía Trotsky mientras transitaba de intelectual revolucionario a sacerdote del Estado. Antes de tomar el poder del Estado, el liderazgo bolchevique adoptó gran parte de la retórica de la gente involucrada en la lucha revolucionaria desde abajo, pero sus verdaderos compromisos eran bien diferentes. Esto era evidente antes y se hizo clarísimo al asumir el poder del Estado en octubre de 1917.
Un historiador que simpatizaba con los bolcheviques, E.H. Carr, escribe que "la tendencia espontánea de los trabajadores a organizar comités en las fábricas e intervenir en la gestión de las fábricas fue inevitablemente animada por una revolución que hacia creer a los trabajadores que la maquinaria productiva del país les pertenecía y podía ser operada por ellos a discreción y en su propio beneficio". Para los trabajadores, como decía un delegado anarquista, "los comités de las fábricas eran las células del futuro... Ellos, no el Estado, deben administrar ahora."
Pero los sacerdotes del Estado saben más y mejor, e inmediatamente se movilizaron para destruir los comités de las fábricas y convertir los Soviets en sus órganos de mando. El 3 de noviembre, Lenin anunció en un "Borrador de Decreto sobre el Control de los Trabajadores" que los delegados elegidos para ejercer tal control debían ser "responsables ante el Estado del mantenimiento del orden y la disciplina mas estricta y la protección de la propiedad". A medida que acababa el año, Lenin apuntó que "hemos pasado del control de los trabajadores a la creación del Consejo Supremo de la Economía Nacional," destinado a "reemplazar, absorber y superar la maquinaria del control de los trabajadores" (Carr). "La misma idea de socialismo se encarna en el concepto de control por parte de los trabajadores" se lamentaba un sindicalista menchevique; el liderazgo bolchevique expresaba el mismo lamento con su acción, demoliendo la misma idea de socialismo.
Pronto Lenin decretaría que el liderazgo debe asumir "poderes dictatoriales" sobre sus trabajadores, los cuales deben aceptar "sumisión incondicional a una única voluntad" y "en interés del socialismo" deben "obedecer incondicionalmente la voluntad única de los líderes del proceso laborista." Mientras Lenin y Trotsky procedían a la militarización del trabajo, la transformación de la sociedad en un ejército de trabajo sometido a su única voluntad, Lenin explicaba que la subordinación del trabajador a la "autoridad individual" es "el sistema que, mas que cualquier otro, asegura la mejor utilización de los recursos" - o como Robert McNamara expresaba, "las decisiones vitales... deben permanecer arriba... la verdadera amenaza a la democracia viene no del exceso de gestión sino de la escasa gestión"; "si no es la razón la que gobierna al hombre, entonces el hombre no aprovecha su potencial," y la gestión no es otra cosa que el gobierno de la razón, la cual nos mantiene libres. Al mismo tiempo, el 'faccionalismo' -por ejemplo cualquier forma de libre expresión y organización- fue destruido "en interés del socialismo," y el término fue redefinido para sus propósitos por Lenin y Trotsky, quienes procedieron a crear las estructuras protofascistas convertidas por Stalin en uno de los horrores de la era moderna.
No entender la intensa hostilidad hacia el socialismo por parte de la intelligentsia leninista (con raices en Marx, sin duda) y el correspondiente malentendido del modelo leninista, ha tenido un impacto devastador en la lucha por una sociedad mas decente y un mundo vivible en occidente, y no sólo ahí. Es necesario encontrar una manera de salvar el ideal socialista de sus enemigos en ambos centros mayores de poder, de aquellos que siempre buscarán ser los sacerdotes del Estado y gestores sociales, destruyendo la libertad en nombre de la liberación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario